lunes, 11 de junio de 2012

Oscura cabellera

Se mostraba tan tierna, tan suave, tan bella por dentro y por fuera. Me encantaba su larga cabellera, negra como la noche, fina como la seda. Me llenaba con su voz, con su mirada, nada había mejor que amarla, acariciarla y abrazarla, cuando dormíamos, juntos en aquella cama. Recuerdo que se iba, temprano a la mañana, que yo sólo podía atinar a besarla, obnubilado, ver su cara, esa sonrisa que se iba y luego nada, sólo sus cabellos aún en la almohada. Era ver el sol entrar por la ventana, era ver la ausencia, la pieza iluminada y encontrar, uno a uno, sus cabellos y guardarlos juntos. Sí, sus capilares azabaches ponía yo dentro de un cofre. Tan larga era su cabellera, tan fina, tan negra como la noche. Pero luego, su regreso se hizo esperar y a las citas comenzó a faltar. Excusas o visitas de médico y comencé a sentirme cada vez más patético. Ya no compartíamos los sueños ni la estufa de este invierno y, poco a poco, fui cayendo de que ella ya compartía otros sueños. Recordé que soñaba con un auto, un patio verde y un perro, y yo, con mi pensión desvencijada, lejos estaba, lejos también mi sueldo. Recordé a ese tipo de quien me hablaba, con quien se reía en el trabajo, recordé que él también pensaba en tener un auto, un perro y un lindo patio. Y lejos de ese jardín soñado, aquí, en esta pieza sucia y vieja, solo me quedé, no ha vuelto ella, sólo quedan sus frágiles retazos. Sí, sus malditos pelos que ahora sostengo y los tiro al cesto, que descubro, con asco, entre mis ropas, retorciéndose como serpientes de Gorgona, que me recuerdan que otro era su rostro y que el que me mostraba sólo era una sonrisa falsa, una oscura cabellera que ahora, en sueños, me ahoga.

Lo indescriptible

“Inasible, inenarrable,” cómo me sacan estas palabras, si ya la poesía es intentar describir, decir lo que se nos escapa, eso desconocido, tratar de encontrar más allá del cotidiano, por medio de metáforas, animizaciones o con conceptos análogos. Podés hacerlo en un poema, agregar: “lo indecible, lo inefable,” como un juego literario, pero repetirlo en todos sería como no tener nada que decir poéticamente hablando.

Cool

A Chet. Su rostro pálido, su son relajado, su jazz-bálsamo, su sangre, lumínica y grave. Sus ojos sepias, su sonrisa que lamenta, su frágil trompeta, su clave, lumínica y grave. Su roce tibio, su voz silente, su instante-lívido, su pinchazo suave, lumínico y grave.

nocturno

A Miles. Entre evanescencias tonales e impulsos sincopados, arcadas, silencios de un sapo cósmico soplando metales lánguidos, recortando la noche, procurando un acierto, buscando en el vuelo, tomando aliento, esperando su turno, sumando humo, para volver al intento de ser uno con el instrumento, de ser un medio entre esos oídos y el universo.