lunes, 16 de noviembre de 2009

oscuro


estaba en el baño.ya se había abierto la bragueta, había escupido para sentir el sonido del agua e imitado el correr de la orina con los labios en chasquido y los dientes juntos cuando se cortó la luz.

dificultosamente, terminó de orinar y miró a ambos lados, como ciego, tratando de aferrarse a algo, el corazón le latía intenso, se movía para todas partes, se chocaba, como encerrado en la oscuridad de ese baño y recordaba, cuando niño, cuando todos alarmados gritaban cuando la luz se cortaba y buscaban alterados una vela, volvían al rudimentario fósforo y su pradre salía afuera para ver si era general o sólo eran sus fusibles y luego verse a través de esa llamita que zigzagueba entre las respiraciones exaltadas, los insultos al aire, las caras de miedo ancestral que los poseía y él se acordaba de ese libro enorme, rojo, de cuentos de hadas, y como le daba miedo cuando llegaba esa página donde un hombre en sombras abría una puerta sólo iluminado por la luz de la luna llena que delineaba su silueta y le daba tanto terror que pataleaba para que cerraran, alejaran el libro o pasaran rápido esa hoja y seguir a la tranquilizadora escena donde el gato, el perro, el gallo y el caballo atacaban al pobre incauto, no tan inocente, más bien el ladrón malvado que había entrado en esa casa de nuevo y asustado por lo que para él eran fantasmas, se alejaba despavorido para contar su azaña a los otros rufianes.

todo eso pensó, sintió, recordó en ese instante y se volcó de lleno a abrir la puerta y salir a la también oscura morada afuera, donde decidió más bien salir, ver las estrellas, disfrutar el escenario atípico de las veredas en penumbras y lasesquinas que se perdían a los pocos metros, como las sombras que transitaban como espectros premonitorios de tantas desgracias y la luna auscente no ayudaba.

al otro día, ya lejos de ese extraño miedo que lo invadió en el baño, ese miedo a lo desconocido, eso que puede aparecer donde no dominamos, donde no podemos ver. el joven se sentó en el claro, al lado de su ventana. el sol brillaba fuerte esa tarde y entraba iluminando sus ropas, sus cabellos, su equipo plateado de música donde escuchaba a sus dioses que lanzaban voces atronadoras entre el rayo de las cuerdas y esas notas eléctricas y el tambor del latido de la tierra le retumbaba en el pecho y se sentía bien, tranquilo, hasta que llegó el otro tema, esa balada, esa que con palabras que entendía le hablaban directo a él y le recordaban su desamor, su pérdida, y se sumergía muy dentro, muy profundo y era ese ayer aún más oscuro que la noche pasada, volvían los besos sin ganas, los reproches, los rencores, su voz bella y delicada, toda ella, entre esas notas que lo embrujaban al recuerdo de su amada. dioses inmisericordes, torturadores, reirían a lo lejos, altísimos, inabarcables, pero sabía que en verdad también ellos sintieron eso, ese malestar de oscuridad en el pecho, esa angustia de que te cueste el entrar el aire a los pulmones en karma de gérmenes y la muerte no era nada en relación a su dolor, a su nunca olvido.

se acostó en la cama cuando ya anochecía. no podía dormir, le costaba tanto, reaparecía, se revolcaba, volvía a aparecer, apretaba su rostro en la almuhada, se levantaba, caminaba, encendía la luz como si así fuera más calmo, seguro, acogedor, pero lo vencía el cansancio y como una pesadilla, ese rostro en sombras reaparecía, impasible, obserbándolo como pidiendo explicaciones, pero él era quien se había quedado con palabras en su boca y no había peor terror, nada que atormentara más que ese oscuro interior, incontrolable.

No hay comentarios: