jueves, 30 de septiembre de 2010

La piba:





Ella andaba, con blusa y corderito, con jeans semiapretados, pero estaba incómoda, por otro tema, su flequillo nuevo, recién cortado por una amiga Stone del barrio, pero insegura, con tic nervioso se tocaba y acomodaba el flequi, de un lado para otro, lo alisaba o lo dividía, lo estiraba o lo tiraba para atrás. Así, cada dos segundos, todo por un qué dirán, por sentirse el pupo del mundo, porque pasa una señora, y ella, ya piensa que le miró el peinado y se está riendo detrás de ella, mientras va caminando, por su desastroso corte. Igual cuando pasa un señor mayor que mira para todos lados, y al pasar junto a ella, al dejarla atrás, se va chiflando, y la chica más se desespera y como licuadora usa sus manos para acomodarse el pelo. Pero pasa un joven por su derecha y de reojo la mira, la piba piensa: ¡Debo estar hecha un desastre!, e imagina el pensamiento de ridículo que hacia ella, estará teniendo el pibe, y velozmente, ya angustiadísima, aprovecha y dobla por una esquina cercana.

Pero en verdad, esa señora que pasó junto a la chica en esa calle semicéntrica, cuando pasaba, ni se inmutó por su presencia, estaba bien dentro de su cabeza, pensando en que avaro había sido su marido que el fin de semana pasado no la llevó al cine a ver una nacional que ella tanto quería ver y en esa semana se estrenaba. Al mismo tiempo, el segundo que la cruzó desde que salió del departamento de su amiga Vero, fue el viejo, que tampoco la miró, ese había sido su barrio cuando purrete, y cada esquina y baldosa era un recuerdo, caída en bicicleta, opi de la bolita, el primer perro agonizando por un coche, levantado de las patas por los mayores y trasportado de la calle a la vereda, y allí, lo vieron morir de a poco, y recordó a la vez, que uno de esos mayores, era el padre de Elisa, esa hermosa chica de su niñez, y entre tanta nostalgia se fue silbando un tango de esos que hablan de cosas imposibles, como volver al antaño, como reencontrar el ayer. Sin embargo, el último con el que se cruzó la joven, sí la miró de veras, pasó primero desprevenido y luego la observó con estímulo de reconocimiento, la sintió como a alguien conocido de alguna parte, de otra vida, de esa infancia ya lejana, se le vino la imagen de una niña, de esas que en la escuela se iban tempranamente, se cambiaban a otra o se subían a la mañana, y luego de verla tan linda y contemporánea, al haber pasado a su lado, escuchando sus pasos, se mandó el cabello hacia atrás, inútilmente, ya que lo que habría podido ver, sería su estado anterior, despeinado o no, y miró velozmente hacia atrás, pero ella ya dobló.

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